martes, noviembre 03, 2009

Nadia Prado




Nadia Prado (Santiago, 1966). Estudió Filosofía en la Universidad ARCIS. Ha publicado Simples placeres (Cuarto Propio, 1992; Surada, 2001); Carnal (Cuarto Propio, 1998; Surada, 2001); © Copyright (LOM, 2003); y Job (LOM, 2006).
Ha recibido el Premio Consejo Nacional del Libro y la Lectura (por Job, categoría obras inéditas, 2004); Beca Fundación Andes (2005); Beca FONDART-Artes Integradas (proyecto Poesía es +: Intervención urbana y lectura de poesía sobre globos aerostáticos, 2002); Beca Consejo Nacional del Libro y la Lectura (2003). Sus textos han aparecido en diversas antologías en Chile y el extranjero, entre ellas Fin de siglo: nueva poesía chilena de los 80 (Santiago, 2009); Poetas chilenas, confiscación y silencio (Santiago, 1998); Mujeres poetas de chile: muestra antológica, 1980-1995 (Santiago, 1998); Poesía latinoamericana del siglo XXI. El turno y la transición (México, 1997); Poetry from chile: 26 new voices (California, 1993); Poesía chilena contemporánea (Colombia, 1989); y Pulsiones estéticas: escritoras chilenas (Santiago, 2004). Ha participado en diversos congresos y seminarios nacionales e internacionales de poesía y ensayo en Chile, España, Paraguay, Ecuador, Argentina, entre otros.




(De Simples placeres)



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OVACIÓN I

Ella entró en un carroadornado por cruces flores y ropajessacrificó a un gran toroasustada corrí a esconder mi cara
El aplauso unánime del públicohizo sangrar mis oídos
Debajo del miedo que me daba el triunfoguardé su coronacon «Sangre y Arena»
Me convertí en estatuaojos al horizonte húmedos y fríos
TRIUNFO





OVACIÓN 2

Vine a pie y me hice jinete
Tomé un caballo sacrifiqué a mi madrey le di de comer al animal
Era la última sensación de que estaba viva
TRIUNFO



OVACIÓN 3

Saqué a luz la corona de su triunfoy la puse en el cuello del animal
Le otorgué mi madre
De sus gritos me hice valiente
TRIUNFO MAYOR








Yo había descubierto cómo calmar el insomnio, cómo derribar los párpados que no querían cerrarse. La ventana hacia afuera era una ventana de barco.Estoy salpicada de barro, hundida, pegada a numerosos charcos. Negros océanos, malos augurios. No quieres venir acá, acá mismo donde estoy para esperarte. Tengo grandes deseos, iluminarlo todo. Pero sobre lo que tengo no sirve de nada hablar, mientras permanezcas fuera.Yo estaba saludable, sonreí al nacer, sonreí al tener cuatro hermanas y no saber del medio hermano bastardo de la cruz, sonreí al ver el cariño compartido, sonreí con las canciones de cuna.
Te esperaba en las noches,nada supe por largos años,hasta que aprendí a masturbarmepensando en ti, madre.
RECUERDO: FUE ESCASO EL CARIÑO ENTRE NOSOTRAS.









(De Carnal)




El cielo se le ha comenzado a borrar, se le incrustan los muros y pequeños cristales, pequeños ojos transparentes arrancados de la ciudad que entran en los suyos. Este día en especial le provoca lesiones enormes. Lesiones mudas, que calan hondo. La magnitud del desconcierto que se le pega en la piel hace la mueca del resentimiento, la mueca sin ira es algo más fláccida, es un sinsabor de baja clase, lleno de espera, grande como una boca aullando luego de haber ingerido a su enemigo. Furia es una palabra diminuta, ni siquiera tiene jeringas sólo una lata de neoprén, nada puede ser tan real, la lata del neoprén donde escupe también la culpa, luego de evadirse. La lata de neoprén releva la mugre de las palabras, entonces por qué va a escribir de pureza, el neoprén se le sale hasta por los ojos, el olor destilado del odio.
Se abraza en la austeridad, se extravía, está justa pero débil frente al majestuoso y triunfal eco de las jeringas en otro barrio. Su asiento para hacer el viaje es un charco de orina.
Todo es tan avasallador, todo cuanto no brille se deja.
Se deja caer el sudor por el cuello.
Levanta la mano para dibujar el horizonte, para dibujarse el camino. Hace el gesto, detiene el viento para que no le cierre los ojos, los pulmones le resoplan, llenos de goma, se le pega el aire al cerebro, el ojo se le recoge, le revienta la nariz. El ojo sigue el recorrido único del lugar consagrado de miseria, ese camino incaminable de años, el barro en donde caen los peregrinos en un éxodo encostrado. Las costras protegen del frío, entonces cae una y otra vez, para ser una costra humana.
Protegida en su dolor, se detiene a mirar los puntos del vacío bailando sobre las cabezas, la aglomeración en su mente. La cultura del emplastamiento de los sentidos. No recuerda tanta facilidad para suprimir las huellas digitales, las pupilas vomitando la desnutrición que las identifica. El rostro de la provincia con sus provincianos.
El continente ya no es.
No puede izar su bandera, únicamente puede recogerla y ver cuánta tardanza trae el comienzo.
Dónde están las rejas, las costras son los muros de la carne viva respirando por la sangre infectada, el nombre que puede tener un cuerpo podrido, la caída libre de la sangre por los intestinos.
Levanta la mano y dibuja en los charcos que alberga y que reciben sus huesos. En ese fondo estoy.
No hay sublimación, ni actos condenatorios.
Me sustraigo, extendida más allá de la superficie.
El cerco es el propio ojo diafragmático, y la mirada que cae arrastra al cuerpo, en ese pozo voy cogiendo los cebos de la incertidumbre.






Despierto, utilizo lo que me queda en el alma, casi inerte recorro con los dientes las calles para engendrar mi nombre.
Pero mi carne se resiste, mis ojos ven mi cara y su boca desaparecida. Mi boca yace en silencio. Mi mano es incapaz de un solo trazo.
Mi letra es invisible, pero las palabras me pertenecen.
Y aunque mi mano no tenga fuerzas para levantarse, sé que estoy completamente escrita por dentro.





(De © Copyright)


Las palabras me recogen con una cuerda que ata mi cuello
y me hacen caminar, y luego dicen que yo dije viaje.





Un gran lago son las palabras todas juntas,
a la orilla la memoria que merodea el antes,
del otro lado veo borrosa una rama que se mece tan incierta como yo.
La ciudad grita de horror, mientras tanto,
cierro los ojos y simulo no temer a nada.
Me robas las imágenes que no alcanzo a ver si existen
…..o se ausentaron,
pero yo, es cierto, no sé quién soy.

Me arrullo en el canto de las letras que imagino,
en lo alto las estrellas pasan las noches,
el lago detiene su paso hacia el fondo,
pero yo no tengo que mirar desde esta distancia,
es verdad, si miro hacia arriba están quietas,
pero abajo se mueven como si el lago las meciera.
La naturaleza grita en su fragilidad,
cuando el lago cambia las estrellas por cientos de cuerpos agónicos,
boca arriba la noche,
boca abajo se comían las estrellas antes del fin.

Yo de este lado,
pequeña e ignorante,
veía que las estrellas salían de sus ojos y volvían al cielo,
brillaban como si estuvieran diciendo algo,
como bocas que se abren y cierran,
como si hablaran,
como si gritaran,
como si la lengua titilara de espasmo y dolor.

A lo largo de los años, dejé de creer que las estrellas son sólo belleza.
Si les doy un tiro apuesto a que sangran y dicen
un aullido que también el lago conoce.
Cuántas cosas podría decir el paisaje,
si lo camino hablas,
si caigo en él y mi oreja queda durmiendo cara a cara en la tierra
puedo oír que alguien ríe,
y luego un llanto que traspasa como un rayo que va a dar al cielo,
el cielo se une con el aire,
se une con la tierra,
se une con lo que ella guarda.
El disparo dio en el cuerpo y perforó el agua,
allá abajo todavía se escucha
el fondo de un corazón que no quiso hundirse.









La contienda del yo, que rociado de su yo vuelve vacío
a construir una pequeña casa donde vivir anónimamente
para hacer sus únicas y silenciosas palabras.











Un pájaro vuela, yo vuelo.
Yo no puedo volar.










Los ojos son ambiciosos, atrapan vanas imágenes. La dicha es como estocada, duele al entrar y al salir.
Enterada de aquella totalidad e imperfecta golpeo las letras en el abecedario. Como un pétalo, un cuchillo, como un laberinto que mis dedos recorren, como el desierto, como la nieve.
Los granizos de imágenes rompen mi cabeza.
Todavía algo azota en mí. No sé si se golpean las palabras entre ellas o en mi contra. Como pétalos que deshace mi mano, destructora y generosa, abierta y cerrada, tijereteo la historia, aminorada y sobreviviente, intento horas certeras sobre el terruño que se adiestra.Vivo, como si nada, más, bebo aire, respiro agua, precipitándome errada a gastar mi existencia, que aunque se proteja del placer eufórica dice lo que ve como si fuera a quedar ciega, como si la cobardía de extender su insignificante vida le diera felicidad.Como si yo misma fuese tiempo en el girar de la cabeza, nunca deja de sospechar de aquellos que someten su pobre vida.
Tu cara se repite y yo la veo como quiero. Se repite entre millones de cosas que he visto tan solo una vez, pero millares de veces las he visto como imagen que se arraiga en mi recuerdo, aunque a veces se apague, perdido y sacrificado, humillado y roto, aunque el orgullo sólo sea posible en aquellos en que la humillación nunca pudo lograr éxito.El verano es un agujero que sangra y deja anegada a la tierra, el invierno es el cielo que llora, o la sangre del universo estrellado, el sol y la luna son el alma y el cuerpo del cielo, o el ojo y el corazón del universo, porque ojo es frío y tenso y el corazón ardiente y voluptuoso.
Desde la montaña miro la doméstica naturaleza, arriba el silencio y la indiferencia del viento que viaja y ríe de nuestras patas ancladas a la estabilidad de la ciudad que sucumbe.









(De Job)



No he llegado al camino donde los pasos puedan caminar a
elección, distribuir mi cuerpo por todo el error del mundo.







La memoria me hace ser testigo, testimonio o una “construcción operativa de la realidad”, imágenes, letras por inventar, descubrir y probar, construir datos.
El error y la técnica me hacen entender que soy nadie, una representación cifrada de la realidad, orden de los signos en la ciudad y su discurso, explicación simbólica y mitos, el mundo agónico, la herida en la lengua, la herida en palabras. Nadie.

Miento por que sé todo. En el borde de mi párpado se balancea una hoja que cubre la pupila, la pupila mira entre ramas, serán sus lágrimas un bosque acuoso con que se mata el tiempo de la industria.

Mis palabras son viejas para decir cosas nuevas, desabastecí mi tan grande pasión, ya no tengo palabras nuevas para decir cosas viejas, palabras viejas e inservibles que oprimen la dignidad de las cosas, el cuerpo inútil puesto en ellas. No recuerdo cuándo recordé, no sé lo que dije cuando dije, no recuerdo qué vieron mis ojos por primera vez y sin embargo sé que he estado los años que llevo encima de mí, lo que me ha vencido no puedo sino recordar y recordar que olvido.
No conozco demasiado el mundo, pero conozco su infinidad de lenguas, lo suficiente para salir cada vez al día, semanas que gritan siete veces sobre mi cuerpo, años como prisiones en los que cincelo mi paga.






De un lado parezco creer y extasiarme, al otro, la boca gotea saliva que suena como metal en el piso. Llevo así los ojos y aprendo que el vacío es estar tendida de bruces sin decir nada, pero mi cabeza dice más. Como un avestruz arremete en la tierra, aunque llena de miedo no es proclive a nada. Se abandona a su propia sumisión.
 

DESBORDES Encuentro de arte femenino.Contacto:desbordesencuentro@gmail.com- Santiago de Chile, 2009.